7 de agosto de 2009

" CLASICOS DEL TRADING "


Les dejo una lectura de un extracto de uno de los mejores libros escritos sobre Bolsa. Es todo un curso sobre estrategia de riesgo.
"Recuerdo a Pat Hearne. ¿Has oído alguna vez hablar de él? Pues bien, era un conocido deportista y tenía una cuenta con nosotros. Un muchacho inteligente y con nervio. Hizo dinero con las acciones, y esto hizo que la gente le pidiera consejos. Él nunca daba ninguno. Si de pronto le preguntaban su opinión sobre el ingenio de sus operaciones, él siempre respondía con su máxima favorita: "No se puede saber hasta que se apuesta." Operaba en nuestra oficina. Compraba cien acciones de un valor activo, y cuando subía en un uno por ciento, compraba otras cien. Sí volvía a subir otro punto, volvía a comprar otras cien; y así sucesiva mente. Acostumbraba a decir que no estaba jugando a este juego para hacer dinero para los demás y, por lo tanto, ponía una orden de stop de pérdida un punto por debajo del precio de su última compra. Cuando el precio seguía subiendo, él simplemente movía su stop con el precio. En una reacción del uno por ciento, se habría detenido. Decía que no le veía ningún sentido a perder más de un punto, tanto si venía de su margen original como de sus beneficios en papel.

Un jugador profesional no busca grandes ganancias a largo, sino dinero seguro. Por supuesto, los grandes beneficios, a largo, son buenos cuando surgen. En el mercado de valores, Pat no estaba buscando consejos, pronósticos o avances de veinte puntos semanales, sino dinero seguro en cantidad suficiente como para proporcionarle un buen nivel de vida. De todos los extranjeros que he encontrado en Wall Street, Pat Hearne era el único que veía en la especulación un simple juego de azar, como el faro o la ruleta, y que, sin embargo, tenía el sentido común de aferrarse a un método de apuestas relativamente seguro.

Tras la muerte de Hearne, uno de nuestros clientes, que siempre había operado con Pat y utilizaba su sistema, hizo más de cien mil dólares en Lackawanna. Después se paso a algún otro valor, y como había obtenido un gran beneficio, pensó que ya no necesitaba seguir el método de Pat. Llegó una reacción, y en vez de disminuir sus pérdidas, las dejó correr, como si fueran ganancias. Por supuesto, perdió hasta el último céntimo. Cuando finalmente se retiró, nos debía varios miles de dólares.
Estuvo por allí durante dos o tres años. Mantuvo la fiebre hasta mucho tiempo después de haberse quedado sin dinero; pero nosotros no le poníamos ninguna objeción, con tal de que se comportara. Recuerdo que admitió que había sido mucho más que tonto, por no seguir el estilo de juego de Pat Hearne. Pues bien, un día se dirigió a mí con gran excitación, y me pidió que le dejara vender algunos valores a corto en nuestra oficina. Era un muchacho agradable, que había sido un buen cliente en sus tiempos y le dije que yo personalmente garantizaba su cuenta por cien acciones.
Vendió cien acciones de Lake Shore. Eso fué cuando en el tiempo en que Bill Travers golpeó el mercado, en 1875. Mi amigo Roberts sacó aquel Lake Shore en el momento adecuado y siguió vendiéndolo durante todo el descenso; tal y como sucedió en los días de éxitos antes de dejar de lado el sistema de Pat Hearne y hacer caso de las murmuraciones.
Pues bien, en cuanto al éxito en la piramidación, la cuenta de Roberts mostró un beneficio de quince mil dólares. Observando que no había puesto una orden de stop de pérdida, le hablé de ello, y me contestó que la ruptura no había acabado completamente, y que no iba a salir perjudicado por ninguna reacción de un punto. Esto era en agosto. Antes de mediados de septiembre le presté diez dólares para comprar un cochecito de niño, su cuarto hijo.

No se aferró a su sistema. Ese es el problema con la mayoría y el anciano, mirándome, asintió con la cabeza. Y tenía razón. Algunas veces pienso que la especulación debe ser un negocio innatural, porque observo que el especulador medio lucha en contra de su propia naturaleza. La debilidad es fatal para alcanzar el éxito en la especulación, generalmente se trata de las mismas debilidades que le hacen más querido en otros aspectos de la vida, en los que el riesgo no es tan grande como en los valores o en las mercancías.
El mayor enemigo del especulador es el aburrimiento interior. La esperanza y el miedo son inseparables de la naturaleza humana . En la especulación, cuando el mercado va en tu contra, cada día tienes la esperanza de que ese día sea el último, y no pierdas más de lo que habrías perdido si no hubieras escuchado a la esperanza, con el mismo aliado que a veces ha producido grandes éxitos para los grandes constructores y pioneros. Y cuando el mercado va en tu dirección, tienes miedo de que el día siguiente se lleve todas tus ganancias, y sales, demasiado pronto.

El miedo hace que no consigas hacer en el mercado todo el dinero que deberías. El operador de éxito, tiene que luchar en contra de estos dos instintos tan arraigados. Tiene que invertir lo que se pueden denominar sus impulsos naturales. Debe tener esperanza en vez de miedo, y miedo en vez de esperanza. Debe temer que sus pérdidas se conviertan en pérdidas más grandes todavía, y debe tener la esperanza de que sus beneficios crezcan. Es absolutamente erróneo actuar con los valores, del modo en que lo hace el hombre medio".